1r Capítulo

 Antes de todo quiero recordar que esto es una historia basada completamente en los libros de J.K. Rowling. Todo esto es gracias a ella. Por favor, no me denunciéis por plagio. 



- Entonces, ¿todo bien Harry? ¿Puedo proseguir?- inquirió Dumbledore

- Entonces, ¿todo bien Harry? ¿Puedo proseguir?- inquirió Dumbledore.

-Claro.

-Harry Potter y la Piedra Filosofal.

Capítulo 1: El niño que vivió

El señor y la señora Dursley, 

- Esos son sus tíos, ¿verdad?- Le comentó Ginny a Hermione. Esta asintió, suavemente, muy atenta al inició de la lectura. Todos habían visto el intercambió, por lo que aquellos que conocían recientemente a Harry vieron saciada su curiosidad por saber quienes eran. Esto, para Harry, fue tremendamente claro por sus expresiones faciales. Aún así, la mayoría parecían extrañados de porque la historia empezaba con los Dursley y no con él. Nadie comentó nada más.

que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso,

- ¿Qué quiere decir eso?- Comentó Fred

-Eso, ¿Quién quiere ser normal?- Añadió George- Es aburrido.

-Se refieren principalmente a la magia, aunque tampoco aprueban la imaginación o las preguntas. - Contestó Harry

- ¿Qué quieres decir? ¿Cómo puede alguien siquiera vivir sin la imaginación? ¿No es algo innato para todo el mundo? Sucede sin premeditación, como respirar. ¿Cómo alguien puede...?- le preguntó su padrino. Como única respuesta Harry se encogió de hombros. La mente de los Dursley era, según su punto de vista, una extraña red de pensamientos que no valía la pena intentar entender. Tranquilamente el profesor Dumbledore volvió a leer.

porque no estaban para tales tonterías. El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos.

-Qué desfachatez- Comentó la Señora Weasley susurrando a su marido. Lo comentó bajito, pero el eco que producían las paredes vacías de la cocina hizo que todos pudieran oírla. - Hay que tener modales, por eso insisto tanto a los niños en portarse bien, para que no se comporten así.- Su marido, aunque estuvo atento a lo que le comunicaba su mujer y coincidia con ella, no comentó nada. Sus hijos, un poco avergonzados por las palabras de su madre, miraron a otro lado.

Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él.

La gran mayoría de adultos en la sala podían entender ese sentimiento. Sirius lo había sentido claramente cuando nació Harry. En ese momento él no tenía del todo claro que quisiera tener hijos, por lo que ver a aquel bebe, hijo de dos de las mejores personas que conocía fue...; creía que nunca vería a un niño mejor que su pequeño ahijado. Ahora, estaba todavía más seguro de que no tendría nunca hijos.

Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter. 

- Perdón pero, ¿Qué tienen los Potter de malo? Por lo que se, eran grandes personas - comentó la Señora Weasley

- No es eso, Molly. Lily y su hermana nunca acabaron de llevarse bien.- comentó Lupin, muy tranquilo. - Petunia le guardaba mucho rencor, pero Lily nunca comentó mucho sobre el motivo de aquello. Le dolía mucho estar tan distanciada y no quería hablar de ello. 

- Es por la magia. - aclaró Harry - Mis tíos creen que es como una enfermedad, por lo que no creo que quisieran que mis padres aparecieran y pudieran alertar a los vecinos sobre la magia. Para ellos que los vecinos, o cualquier otra persona socialmente aceptada, pensaran mal de ellos significaría un desastre completo en su vida. 

Los otros, que habían estado expectantes a las respuestas mientras hablaban, volvieron a fijar su atención en Dumbledore, una vez vieron que Harry no comentaría nada más sobre ellos. De esta manera, sabiendo que Harry no diria nada más, Dumbledore empezó a leer de nuevo.

La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana,

-Si que era mala la relación, si. - comentó Malfoy. Todos se giraron a mirarlo. Se arrepintió de haber hablado en el momento exacto en que lo dijo. Todos parecían juzgarlo con la mirada.

-Sabes, tu madre también tiene una hermana que finge que no existe.- comentó Sirius con rabia. Que Malfoy se atreviera a criticar algo de la vida de Lily, aunque fuera su mala relación con su hermana, lo sacaba de sus casillas. Una persona como él no tenía ningún derecho a juzgar nada de Lily.

-Sirius, mi hijo ha hecho un comentario sin mala intención y está claro que tú no.- comentó la madre de Malfoy. - Deja a un lado tu resentimiento. O no, realmente no me importa. Simplemente deja en paz a mi hijo, no quiero problemas. Y de paso te lo repito, vosotros os marchasteis, no yo.

-Por favor, parad. Ambos.- intervino Tonks.- La relación de mi madre con ella no viene al caso, Sirius. Esto es importante. Entiendo que te moleste su comentario, pero enfrentarnos no es la solución. Y si seguimos haciendo un debate por cada oración leída no acabaremos nunca. No somos una familia convencional, pero eso está en el pasado. Debemos dejar esto a un lado.

Encuriosido, Lupin se la quedó mirando más tiempo que el resto. En las últimas semanas había estado conociendo mejor a aquella niña que Sirius le había presentado muchos años atrás. Había podido ver grandes cualidades, no solo de auror sino de una gran persona, en ella; pero seguía pensando en ella como una pequeña niña. Ahora, sin embargo, había demostrado una madurez desconocida para él hasta entonces. Quizás debería valorar más a Dora de cara a otras misiones. 

porque su hermana y su marido, un completo inútil, 

Un gruñido profundo salió del pecho de Sirius, pero no quería volver a recibir un comentario de Tonks, por lo que no dijo nada.

eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se juntara con un niño como aquél. 

- ¿Pero cuantos años tenias?- comentó Hermione.- Quiero decir que se llevaba mal con tu madre, así que no podían conocerte y no podías haberles hecho nada.  Y ya estan insinuando que tú eres una muy mala influencia. No lo entiendo.

-No lo se, pero creo que es antes de la muerte de mis padres. - Ante las miradas curiosas de los demás, Harry continuó- Estan comentando acerca de la posible llegada de los Potter. Si ellos ya hubieran muerto, eso no tendría sentido. 

Esa era una deducción muy simple bajo el criterio de Snape, que no podía entender como los demás parecían tan impresionados. Estos chavales tenían quinze años, sino podían deducir cosas tan simples como aquellas serían realmente alcornoques. Para Moody, en cambio, era una gran muestra de intenciones. Le parecía interesante. No era una deducción impresionante, pero podía significar que con unos pocos años más y con un poco de entrenamiento Harry podría llegar a ser un gran auror. A su vez, Dumbledore empezaba a entender como conseguía Harry descubrir tantas cosas durante estos últimos años. Con ese pensamiento en mente, volvió a leer.

Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región

Acontecimientos extraños. La mente de Kingsley iba a toda velocidad. Harry tenía razón en decir en que estaban antes de la muerte de sus padres, pero él creía que podrían ser todavía más precisos. Debía ser el mismo día de la muerte de sus padres porque, probablemente, los extraños hechos debían ser las distintas celebraciones de los magos. Él sabía que aquellas celebraciones habían producido impacto en la vida muggle durante algunas semanas, pero no podía asegurar nada si no seguía escuchando la lectura.

Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta. Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana. A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa.

La señora Weasley soltó un gruñido despectivo mientras la señora Malfoy fruncía el ceño. Les parecía, a ambas, una forma extremadamente mala de educar a un niño, pero no iban a decir nada. Cada madre y padre educaba a sus hijos como creían oportuno, haciendo lo mejor posible. Ellas odiaban que otros juzgaran sus esfuerzos como madres y no iban a hacer lo mismo con otra madre. Si ellos creían que hacían lo correcto, aunque ellas pensaran lo contrario, no iban a decir nada. 

Durante unos segundos, cruzaron miradas. Las dos se dieron cuenta que la otra creía lo mismo: al final, las dos eran madres que querían proteger a sus hijos ante todo. Tras unos segundos de complicidad parecieron darse cuenta de quien era la persona con la que estaban de acuerdo, lo que pareció molestarlas seriamente. Queriendo negar haber tenido aquella conexión, las dos hicieron como si no hubiera ocurrido nada. 

Se metió en su coche y se alejó del número 4. Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? 

Dumbledore no podía creerlo. Minerva había estado allí realmente todo el día. Creía que había exagerado, pero debía estar realmente muy preocupada si había esperado horas para verle allí. Podría haber hablado con él por medio de un patronus, por lo que deducía que quería cerciorarse de que Harry estuviera bien. 

El resto del grupo, que no sabían lo que había sucedido aquella noche en aquella calle, fruncieron el ceño. Aquel era un comportamiento extraño en un gato, incluso en el mundo mágico. Los Kneazle eran  mascotas mágicas muy parecidas a los gatos, fácilmente confundibles para un muggle, y eran muy inteligentes, pero ninguno tenía muy claro que pudieran llegar a leer mapas. ¿Se trataría de un animago? El único animago con forma de gato que conocieran era la profesora McGonagall. ¿Podría ser que fuera ella? ¿Que hacía allí?

Debía de haber sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día.

Snape rodó los ojos. Era muy obvio para él que Petunia acabaría casándose con algun idiota sin cerebro. Solo ella se casaría con alguien que solo puede mantener un pensamiento en la cabeza sin volverse completamente lelo. El resto del grupo se mantuvo en silencio, sorprendidos por la cabezonería del señor Dursley. Por lo que Harry y Remus habían dicho, ellos sabían acerca de la magia y la odiaban, por lo que les parecía extraño que este no echara la culpa de las cosas extrañas e inexplicables a la magia. Los muggles tendían a ignorarla, pero una vez conocedores la mayoría de los padres de hijos de muggles aprendieron de forma innata a identificar la magia. Aún así, prefirieron no comentar nada y dejar a Dumbledore seguir leyendo. 

Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con capa.

-¿Eso es extraño en los muggles? Se que acostumbran a vestir con camisetas y pantalones en vez de túnicas, pero no sabía que tampoco usaban capa. - comentó el Señor Weasley

-De hecho sí.-comentó Tonks.- Normalmente usan abrigos dobles para protegerse del frío. La capa es un elemento decorativo que se usan en Halloween los niños porque algunos personajes de libros, películas o cómics las usan para volar. En general, no se acostumbran a ver.

Hermione le dió la razón asintiendo con la cabeza mientras que algunos, como Kingsley, Molly o Harry; la miraban sorprendidos.

-Mis abuelos paternos son muggles y solía pasar algún tiempo con ellos durante los veranos.- aclaró. Dumbledore, un poco exasperado por las interrupciones pero sabiendo que eso ayudaría a la unión y la confianza entre los presentes en la sala esperó a que alguien añadiera algo más. Nadie dijo nada, por lo que continuó leyendo.

El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda nueva. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados. El señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde esmeralda! ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para algo.

Aquellos que no habían entendido el comportamiento anterior del señor Dursley si sabía acerca de la magia quedaron todavía más sorprendidos. Puede que no tuvieran relación con los Potter, pero debían conocer las vestimentas de los magos si tenían un mínimo conocimiento de magia. ¿Realmente tanto la odiaban como para no saber nada de ella? Los muggles solían tener curiosidad por este mundo. La idea de muggles tan contrarios a la magia parecía más propia de la edad media.

Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los taladros. El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra. La mayoría de aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche.

-Sí, ver lechuzas es muy extraño en el mundo muggle. - aclaró Hermione ante la expresión de duda del señor Weasley. -Son tan difíciles que en algunas ferias llevan lechuzas para hacer muestras de vuelo. Mis padres, por ejemplo, alucinaron cuando vieron que podían comprar una en el Callejón Diagon. Supongo que como muchas de las lechuzas trabajan en el correo mago, no debe haber muchas en libertad que los muggles pueden observar.

- De hecho, está usted en lo correcto señorita Granger.- comentó Dumbledore- Nosotros acaparamos mucho estos animales, por lo que son muy poco vistos en el mundo muggle.

Hermione, que parecía muy alagada porque Dumbledore le hubiera dado la razón, levantó la cabeza con orgullo. Malfoy, que había estado a punto de criticar a los muggles por su incompetencia al no encontrar pájaros tan numerosos como las lechuzas, bajó la cabeza un poco avergonzado cuando Dumbledore habló.  

Sin embargo, el señor Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar. Estuvo de muy buen humor hasta la hora de la comida,

-¿Eso es buen humor para él?- preguntó Fred

-¿Entonces cuando está de mal humor que hace? ¿Va matando gente por la calle? - continuó George. Su madre, enfadada por su broma sin gracia, les echó la bronca durante unos minutos. Parecía realmente enfadada, aunque Harry no podía entender por qué. La broma no tenía mucha gracia, pero no creía que fuera para tanto. Al ver su desconcierto, Ron le susurró al oído:

-Mi madre odia que hablen de nada relacionado con la muerte desde que volvió Quien Tu Sabes. Tiene miedo de que en cualquier momento uno de nosotros pueda morir, más teniendo en cuenta su implicación en la orden.

cuando decidió estirar las piernas y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente. Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. Al pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le ponían nervioso. Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con un dónut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su conversación. —Los Potter, eso es, eso es lo que he oído...

-Entonces, es el día siguiente a...

-Sí, Ginny, eso creo.- le contestó Lupin, con tono derrotado. Nadie parecía tener valor para decir nada más, la mayoría miraban directamente al suelo. Al ver la incomodidad y la tristeza en el ambiente Dumbledore siguió leyendo. Harry, un poco abatido por la reciente revelación giró la cabeza hacía Sirius, muy cercano a él, en busca de apoyo. Sirius parecía completamente abstraído. Antes le había parecido un poco distante, pero ahora le preocupaba que su padrino estuviera enfadado con él. Puso su mano en el hombro de Sirius. Este levantó la cabeza y le sonrió. Harry pensó que, en cuanto tuvieran un descanso, tendría que hablar con él. Conocía a Sirius desde hacía poco tiempo pero le quería de sobremanera. 

-Sí, su hijo, Harry... El señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo. Se apresuró a cruzar la calle y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería que le molestaran, cogió el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar los números de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y se atusó los bigotes mientras pensaba... No, se estaba comportando como un estúpido. Potter no era un apellido tan especial.

-En realidad no es muy común, al menos en la comunidad mágica. Tu padre no tenía hermanos y tu abuelo tampoco, por lo que tu familia no es extremadamente grande.- comentó Sirius a Harry. Este, intrigado por la reciente información de su familia, le miró esperando expectante a que continuara.- De hecho, no conozco ningún otro Potter. Hay un libro sobre familias mágicas y sus ancestros en algún lado. Puedo dejártelo si quieres.

-Me encantaría. - contestó Harry. Sirius le sonrió; parecía un poco más animado. Rodeó con su brazo la silla de Harry mientras seguían escuchando a Dumbledore.

Estaba seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse Harvey. O Harold.

-Es cierto, no sabe ni cómo te llamas. ¿Como le caías tan mal desde tan pequeño?-comentó Ron. Harry simplemente se encogió de hombros y se volvió hacía Dumbledore, esperando a que volviera a leer. Su relación con sus tíos no era algo de lo que quisiera hablar y todos parecían observarle a él atentamente, queriendo que comentara algo al respecto. No pensaba hacerlo, así que siguió observando a Dumbledore.

No tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se trastornaba mucho ante cualquier mención de su hermana. Y no podía reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una hermana así...!

Un gruñido general se oyó en la cocina. Todos aquellos que conocieron a Lily Potter estaban indignados. Ella era una gran persona y la señora Dursley debería haberse sentido muy orgullosa de que ella fuera su hermana.

Pero de todos modos, aquella gente de la capa... Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta. —Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al suelo.

-Hmp. Eso es extraño.- volvió a decir Harry. Todos voltearon a verlo.- ¿Qué? Él no suele disculparse. Ya habéis visto como es con Dudley, la educación no es exactamente lo suyo.

Segundos después, el señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban: —¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día!

En cuanto Dumbledore terminó la oración se estableció un pesado silencio. Creían que era ese día, pero no podían estar seguros hasta ahora. 

-No lo entiendo. Mis padres acababan de morir. ¿Por qué la gente celebraba aquello?- Preguntó Harry con las lágrimas picándole los ojos. Nadie parecía querer decir nada, hasta que Kingsley intervino.

-Aunque suene cruel Harry, no es tan fácil como eso. Voldemort provocaba un gran miedo en toda la sociedad mágica inglesa. En Inglaterra hay miles de magos y aún así encontrarás muy pocos que no conozcan a nadie que haya muerto por su mano. Fueron muchos años de guerra y la gente estaba desesperada. Créeme, nadie que no lo viviera podría entender esa desesperación. Lo siento Harry pero para mucha gente la muerte de tus padres fue un mal necesario que consiguió detenerle. Creo que los muggles lo llaman un mal menor o efecto colateral. Para ellos la muerte de tus padres, una pareja que no conocían de nada, significaba que no moriría más gente que ellos conocían, que ellos sí amaban. Ellos solo podían ver una gran mejora en su situación y tus padres, bueno...  La gente puede ser muy egoísta, Harry. Así que sí, lo celebraban, por más cruel que pueda nos pueda parecer a nosotros. 

Harry estaba completamente en shock. Entendía lo que Kingsley intentaba decirle pero aún así no podía acabar de aceptarlo. ¿La gente de verdad era tan egoísta como para hacer algo así? ¿Como podían celebrar tan egoístamente? Hubo un silencio general en toda la sala, nadie parecía querer decir nada más. 

Narcisa estaba un poco impresionada. Esperaba una actuación mucho más emocional, no creía que nadie de esa sala pudiera entender los motivos de una actuación así. Creía que simplemente estallarían de rabia en contra de la gente de la calle. Podía ser que ese Kingsley no fuera tan inútil como ella creía. El giró la cabeza y se mantuvieron la mirada, desafiantes. Kingsley estaba seguro de que ella lo consideraba un idiota, un hombre de los sagrados 28 que se había negado a casarse con aquella mujer que había sido escogida para él.

 Finalmente, Narcisa decidió que aquello no valía la pena y desvió la mirada.

Y el anciano abrazó al señor Dursley y se alejó. El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado un desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca había deseado antes, porque no aprobaba la imaginación). 

Se oyó, de nuevo, un bufido por parte de Sirius, quien no había dejado de abrazar a Harry en todo el alegato de Kingsley. Él no podía entender que Kingsley defendiera a esa gente. Para él esas personas eran monstruos que se estaban alegrando de una de las mayores desgracias de su vida. No había perdón en aquellas acciones. 

Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos. —¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta. El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa. El señor Dursley se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. Trató de calmarse y entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa. 

-Vaya, que cobarde. - soltó Bill susurrando, aunque con el silencio general, se le oyó bastante claro. Su madre, molesta por la falta de decoro en Bill como para comentar algo en aquel momento, le echó una mala mirada.

La señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»). 

La señora Weasley hizo una mueca mientras el señor Weasley le abrazaba. 

El señor Dursley trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche.

 —Y, por último, observadores de pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca irónica—. Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim? —Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una actitud extraña. Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas fugaces!

-Eso son rastros de magia, ¿no?- pregunta Ginny.

-Sí. Para mí la gente fue muy lejos. - respondió Moody- La gente se dejo llevar y no tubo nada de cuidado. Muchos de los seguidores de Voldemort no habían sido atrapados aún y además los muggles podrían haber acabado descubriendo la magia. ¡Alerta Permanente! Siempre debemos estar alerta, todo puede pasar en cualquier momento. - Harry lo observo extrañado. No podía dejar de ver al hombre que había torturado a los padres de Neville en él. Entendía que no lo era y esperaba poder superar ese rencor que le recorría cuando lo veía.

Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles una noche lluviosa. El señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los Potter... La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo.

 —Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana? Como había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada. Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.

Snape no pudo evitar rodar los ojos mientras Sirius bufaba. Parecía que todos, atentos a la lectura y distraídos por Sirius, no habían notado el gesto de Snape, pero Narcisa sí lo había hecho. Supuso que era una exasperación per estar leyendo sobre muggles. Ella era consciente del motivo de la enemistad de Snape por los muggles, por lo que no era sorprendente.

 —No —respondió en tono cortante—. ¿Por qué?

 —Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—. Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto raro... 

—¿Y qué? —interrumpió bruscamente la señora Dursley.

 —Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya sabes... su grupo. 

-Se refiere a los magos, entiendo. -dijo la señora Malfoy fríamente. Todos se giraron a mirarla. No parecía incómoda, aunque la mayoría le juzgaban. Mantenía una mirada fría, como si supiera algo que los demás no eran capaces de entender. - Esos son los muggles que buscáis defender, como si fueran mejores que nosotros. Si los muggles supieran de nuestra existencia intentarían matarnos. Tranquilos, se que discrepan.-comentó bruscamente cuando vio que tanto Sirius, como Kingsley y Arthur iban a interceder. - Este tipo de comportamiento es la explicación de porque no confiamos en los muggles. 

-Te aseguro, Narcisa, que no todos los muggles son tan contrarios a la magia y que no desearían nuestra muerte. -intercedió tranquilamente Dumbledore por primera vez. Ella, curiosa, se giró a mirarle, expectante. -Entiendo su contrariedad con los muggles y su reticencia, de verdad; pero deberías darles una oportunidad. Hay, al igual que en los magos, personas muy dispares en el mundo muggle, Narcisa. - Si a la señora Malfoy le había molestado de alguna manera las palabras de Dumbledore no lo demostró, aunque subió un poco la barbilla y dejó que este volviera a leer.

La señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter». No, no se atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado:

 —El hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no?

 —Eso creo —respondió la señora Dursley con rigidez

 —¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no? 

—Harry. Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión. 

-Créeme, ninguno de nosotros quiere tu opinión. ¿Verdad George?- comentó Fred intentando relajar el ambiente.

-Ni en lo más mínimo- contestó este.

—Oh, sí —dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo. 

No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo. ¿Se estaba imaginando cosas? ¿O podría todo aquello tener algo que ver con los Potter? Si fuera así... si se descubría que ellos eran parientes de unos... bueno, creía que no podría soportarlo. 

Sirius giró la cabeza, indignado pero sin decir nada. Mientras tanto Narcisa, creyendo que ese tipo de comentario aumentaba la razón de su argumento, mostró una pequeña sonrisa orgullosa y levantó un poco más la barbilla. 

Los Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente, pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que se acercaran a él y a la señora Dursley. Los Potter sabían muy bien lo que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su clase... No veía cómo a él y a Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver (bostezó y se dio la vuelta)... No, no podría afectarlos a ellos... ¡Qué equivocado estaba! 

-¡Y tanto!- dijo Ron- ¿Qué? Harry acabó yendo a vivir con ellos, está claro que les afectó - continuó cuando sus amigos lo miraron extrañados por su comentario.

El señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive. Apenas tembló cuando se cerró la puerta de un coche en la calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es que el gato no se movió hasta la medianoche. 

Estaba claro para todos que debía ser un animago. Había pocos animagos y por las características la mayoría hubieran apostado por la profesora McGonagall. Kingsley, que estaba muy informado de cosas del Ministerio, tenía muy claro que no había más animagos registrados con forma de gatos pero podría ser alguno que no estuviera registrado. Aunque en otro momento hubiera dicho que era imposible intentar ser animago sin estar registrado pero ahora, tras unirse a la Orden y conocer a Sirius, todo le parecía posible.

Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron. En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. 

-Hola profesor. ¿Qué hace allí?- comentó Fred. Dumbledore le sonrió y momentos después siguió leyendo. Incluso en esa inhóspita cocina Harry apreció la capacidad de los gemelos, en este caso Fred, de alegrar el ambiente. 

Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore. Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo. Rió entre dientes y murmuró: —Debería haberlo sabido. Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras.

-¿Qué es eso? Es impresionante.- le dijo Ron a Dumbledore.- ¿Podría comprar uno?

De fondo se oyó una pequeña risita de Malfoy, dando lugar a que todos se giraran a observarlo. Los Weasleys lo vieron de mala manera durante más rato que el resto pero lo dejaron pasar cuando la madre de Malfoy puso su mano en el hombro del chico. Este giro suavemente a mirarla mientras ella negaba con la cabeza, no les interesaba tener problemas si iban a estar con ellos durante muchos días.

-Me temo que no señor Weasley, yo mismo lo inventé y es un artefacto único. - le comentó Dumbledore intentando desviar el tema, justo antes de volver a leer.

Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra.

—Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.

-Hmp. Teníamos razón. - comentó Lupin.

-Sí. Aunque no era muy difícil Remus.- contestó Tonks con una sonrisa burlona. Lupin se giró a mirarla un poco molesto, pero pronto sonrió con ella. Negó con la cabeza suavemente. Pensó que quizá no era tan madura como había creído antes pero tampoco le molestaba.

Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño. Parecía claramente disgustada.

—¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó.

—Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso.

Unas grandes carcajadas resonaron en la cocina.

—Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall.

—¿Todo el día? ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí.

-¿Usted también, profesor?- dijo Harry sumamente decepcionado. Nadie comentó nada. Aunque podían entender la reacción de la gente, que Dumbledore lo hiciera se sentía distinto.

La profesora McGonagall resopló enfadada.

El aprecio de Sirius por la profesora aumentó drásticamente. Le parecía mal que aquellas personas que no conocían a James festejaran su muerte, pero mucho más que lo hiciera Dumbledore, un hombre por quien James había estado dispuesto a dar la vida.

—Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. —Torció la cabeza en dirección a la ventana del oscuro salón de los Dursley—. Lo he oído. Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común.

-A mí me cae bien, es un buen tío.- comentó Sirius.

-Sí Sirius, es un buen hombre pero suele actuar de forma impulsiva- contestó Lupin.- De hecho, ya entiendo porque te cae tan bien.

El último comentario, aunque molestó un poco a Sirius, alegró notablemente al grupo. Tonks, sorprendida por lo suelto que se mostraba con todo el grupo, lo observó durante un tiempo. Él, al darse cuenta, le preguntó:

-¿Ocurre algo, Dora?

-No.- contestó sorprendida.- ¿Desde cuando me llamas Dora?

- No lo sé, me ha salido así. ¿Te molesta?- contestó él un poco preocupado por su reacción. La conocía desde hacía poco tiempo pero sabía que le molestaba mucho que la llamaran por su nombre.

-No especialmente.- contestó un poco ruborizada. Su cabello, que llevaba de color liloso, se volvió un poco más rosado. Nadie comentó nada de esta conversación y siguieron leyendo. Cuando todos volvieron a mirar a Dumbledore, Hermione y Ginny cruzaron miradas con una pequeña sonrisa, estaba claro que tendrían que hablar con ella.

—No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos tenido tan poco que celebrar durante once años... 

—Ya lo sé —respondió irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia rumores... 

Lanzó una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si esperara que éste le contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando. 

Todos tenían una idea más o menos clara de lo que quería comentar McGonagall por lo que no querían comentar nada.

-Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore? 

-Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón? 

-No creo que sea el mejor momento Albus- comentó Moody- Está claro que a Minerva no le va a hacer gracia. 

-¿Un qué?

-Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho. 

-No, muchas gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos—

-Hmp- Dijo Moody orgulloso de tener razón.

- Como le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido...

—Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre, Voldemort.

-Y sigo defendiendo la misma idea. - se auto interrumpió Dumbledore. -  Solo aumentamos el miedo hacía él si tememos su nombre. Es completamente innecesario y contrario a nuestros objetivos.

Nadie, aunque algunos seguían temiendo pronunciar su nombre, quería contradecir a Dumbledore por lo que no comentaron nada.

—La profesora McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort.

—Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo.

 —Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve. 

—Sólo porque usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos. 

—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras. 

Las carcajadas de los gemelos, Ron y Sirius y las pequeñas risas de Tonks, Lupin, Hermione y Harry resonaron por la cocina. Incluso Snape y los Malfoy sonrieron.

-Nadie hubiera dicho que era tan divertido profesor. - comentó Sirius

-¿Por qué crees que no nos castigaba nunca, Sirius?- le dijo Lupin- Es obvio que nuestras bromas le hacían gracia. 

Un gruñido salió de Snape con indignación. Ellos se habían burlado de él, humillándolo durante años y al director le había hecho gracia. No entendía como él esperaba  que se llevaran bien. Oyó a su lado la suave risa de Narcisa en respuesta a su gruñido. Su amiga se estaba burlando de él. Le lanzó una mala mirada y ella no dijo nada más. La mayoría se habían dado cuenta de ello y les pareció extraño, el único que parecía cómodo era Malfoy que parecía bastante acostumbrado a la relación amistosa de su madre con el profesor.

La profesora McGonagall le lanzó una mirada dura, antes de hablar. 

—Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?

 Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento. Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió. 

—Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos. 

Las palabras de McGonagall  acabaron con el buen humor que habían intentado mantener tras las palabras de Dumbledore. Sabían que en algún momento saldría el tema pero todos habían hecho como si no fuera a pasar. A Sirius le dolía enormemente hablar de ese momento y pensó que para Harry debía ser todavía más difícil, por lo que lo abrazó más fuerte. 

Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta. 

—Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus... Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda. 

Unas pequeñas lágrimas salieron de los ojos de Harry. Era completamente incapaz de aguantar las lágrimas. Apartó la mirada de Dumbledore, no podía seguir mirando a un hombre que estaba leyendo tan fríamente alrededor de la muerte de sus padres. Viendo a los demás, todos parecían muy concentrados en la lectura menos una. Ginny parecía observarlo pero no lo observaba con pena o lástima sino de una manera que él no podía analizar. Ella le dio una pequeña sonrisa y volvió su vista al libro. Harry, un poco más tranquilo, hizo lo mismo.

—Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza.

 La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó. 

—Eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry. Pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido.

 Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado.

 —¿Es... es verdad? —tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry, en nombre del cielo? 

—Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos. 

Todos observaron a Dumbledore por si daba alguna respuesta. Habían pasado 14 años, seguramente había conseguido sacar alguna conclusión nueva desde entonces. Dumbledore no dijo nada y nadie quiso preguntar. Exigirle a Dumbledore explicaciones no era algo que nadie acostumbrara a hacer.

La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás de las gafas. Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo:

—Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no? —Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.

 —He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora. —¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —gritó la profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4—. Dumbledore... no puede. Los he estado observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí! 

—Es el mejor lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—

-¿De verdad lo cree profesor?- dijo Harry sin mirar a Dumbledore. La rabia que había sentido hacía el director del colegio durante el último día no era nada comparado con la decepción que sentía ahora. Él había decidido con quien viviría. Él lo había enviado con las personas que peor lo habían tratado en su vida y no parecía nada arrepentido. Dumbledore asintió, aunque Harry no llegó a verlo, y volvió a leer. 

. Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta. 

 -¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry... Todos los niños del mundo conocerán su nombre. 

—Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar! ¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda! ¿No se da cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para asimilarlo? 

-Eso hubiera estado muy bien pero está claro que usted no conoce personalmente a mis tíos. - volvió a comentar Harry. -Le aseguró que hicieron todo lo contrario a lo que usted esperaba. 

Dumbledore pareció no comprender lo que Harry le decía y, por primera vez desde que Harry había llegado a la casa, le miró a los ojos. Le dio la misma sensación de siempre, de que Dumbledore podía traspasarle con unos rayos x mientras una extraña sensación le volvía a absorber. Justo en ese momento empezó a dolerle la cicatriz. Esto le había sucedido en algun sueño recientemente, pero solo cuando él dormía. Era la primera vez que le dolía despierto desde el cementerio. Harry, a causa del dolor, cerró los ojos e hizo el impulso de dirigir su mano a la cicatriz. 

En cuanto hubo cerrado los ojos, el dolor cesó y pudo volver a abrirlos; Dumbledore seguía mirándole. Harry no sabía que había visto Dumbledore en él, pero dirigió la mirada de nuevo hacía el libro con una expresión estoica muy forzada que llamó la atención de todos los de la sala, incluso los Malfoy. Segundos después, volvió a leer. Nadie parecía haberse dado cuenta del pequeño momento de dolor de Harry y él, intentado no llamar la atención, no dijo nada. 

La profesora McGonagall abrió la boca, cambió de idea, tragó y luego dijo: 

—Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si pensara que podía tener escondido a Harry. 

—Hagrid lo traerá.

 —¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso?

 —A Hagrid, le confiaría mi vida —dijo Dumbledore. 

—No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a regañadientes la profesora McGonagall

-No sabía que a McGonagall le caía mal Hagrid. Siempre pensé que se llevaban bien- comentó Ron a Hermione.

-No creo que sea eso, simplemente tiene miedo y duda. - contestó Hermione muy bajito, no quería que todos lo oyeran.- Ella confía en Hagrid, pero todos sabemos cómo de fácil es manipular a Hagrid para que te cuente lo que quieres saber. Supongo que eso es lo que debe estar pensando la profesora McGonagall.

 . Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso?

Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo más fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos. La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete. Era dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande para que lo aceptaran y, además, tan desaliñado... Cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín. 

-La verdad es que las descripciones son muy buenas. - Comentó Fred

-Sí. ¿No sabemos nada de quien los escribió?- preguntó George

-Me temo que no señores Weasley. - contestó Dumbledore.- Los encapuchados que nos entregaron los libros se niegan a confesar sus nombres aunque tengo pruebas de que podemos confiar en ellos.- ante las miradas desconfiadas, continuó- Sé que todavía tenéis dudas pero por favor, acabemos el primer capítulo primero. Luego podremos debatir sus dudas sobre este capítulo y sobre los libros.

En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en mantas. 

—Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto? 

—Me la han prestado, profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído, señor. 

-Es verdad. - intervino Sirius.- Tengo que preguntarle a Hagrid que ha hecho con mi moto. Me encantaría recuperarla.

La aparición en el libro de su añorada moto parecía haber animado a Sirius, por lo que nadie quiso decir nada. Incluso Hermione, quien creía que era muy probable que la motocicleta hubiera sido vendida o que esta ya no funcionara 14 años después, no dijo nada por no ahogar la creciente positividad de Sirius. 

—¿No ha habido problemas por allí? 

—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol. Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago. 

-Debías ser muy mono de niño, Harry.- comentó Tonks

-Si se parecía a como lo describen, sí- secundó Ginny. Sus hermanos mayores iban a burlarse de su comentario pero nada más abrir la boca se enfrentaron a una mala mirada de Hermione, que los hizo replanteárselo.

-Os puedo asegurar que lo era.- continuó Sirius mientras despeinaba a un Harry muy avergonzado con una gran sonrisa.

-Yo tengo fotos, si alguien quiere verlas. - afirmó Lupin- pero será cuando acabemos- continuó, zanjando la conversación.

—¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall. 

—Sí —respondió Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre. 

—¿No puede hacer nada, Dumbledore? 

—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. 

-Le aseguro que no necesitábamos saber eso.- comentó riendo Fred. Las risas volvieron a resonar en la vieja cocina. Todos parecían haber dejado a un lado el malestar anterior, incluso Harry. Fred, orgulloso de las risas que había provocado, miró con la barbilla en alto a su gemelo, presumiendo. George negó con la cabeza con una sonrisa: adoraba a su gemelo más que a nada.

 Malfoy, por el contrario, parecía un poco aburrido de la situación. Si seguían así se pasarían todo el verano en esa casa con esos gryffindors que odiaba, leyendo. Si eso no era ya suficientemente malo, además tendría que escuchar sus bromitas constantes, haciendo que todo se alargara aún más. Hizo una mueca, apretando los dientes, mientras volvía a iniciar la lectura.

Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto. Dumbledore se volvió hacia la casa de los Dursley.

 —¿Puedo... puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid. Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido.

 —¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles! 

—Lo... siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos... y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles... 

-Gracias Hagrid- comentó Harry tan suavemente que nadie le oyó mientras una solitaria lágrima volvía a caer por su mejilla. 

—Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente.

 Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos. Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros de Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos abandonado.

 —Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.

—Ajá —respondió Hagrid con voz ronca—. Más vale que me deshaga de esta moto. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore. 

Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche. 

—Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza.

 La profesora McGonagall se sonó la nariz por toda respuesta. Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata. Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4.

 —Buena suerte, Harry —murmuró. 

-La necesité, se lo aseguro.- dijo Harry, directamente a Dumbledore. Todos intentaron hacer como que no se habían dado cuenta del rencor y el odio con el que hablaba Harry a Dumbledore. No podía evitarlo, le nacía de algún lugar que no podía encontrar. Aún así, de nuevo, Dumbledore lo ignoró y volvió a leer. 

Dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció. Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo, sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas horas le haría despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de leche. Ni que iba a pasar las próximas semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley... No podía saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas que se reunían en secreto por todo el país estaban levantando sus copas y diciendo, con voces quedas: «¡Por Harry Potter... el niño que vivió!»

-Bien. Este es el final. - concluyó Dumbledore, cerrando el libro.- Los adultos hemos discutido esto durante algunos días, pero está claro que vosotros chicos también tenéis dudas. ¿Qué queréis saber?

Pd: lo de los taladros era muy obvio, pero para mi el Señor Weasley es una gran persona y un gran mago; no quería que quedara tan idiota como me parece a mi (es una opinion totalmente personal) cuando hace ese tipo de comentarios constantemente

Pd: lo de los taladros era muy obvio, pero para mi el Señor Weasley es una gran persona y un gran mago; no quería que quedara tan idiota como me parece a mi (es una opinion totalmente personal) cuando hace ese tipo de comentarios constantemente. Es un hombre muy listo, a mi parecer, y no creo que merezca esto. Por eso no lo he puesto.  Creo que es justo. Si a alguien no le parece bien, que me lo comente. 

Pd2: He intentado hacer las cosas lo más realistas posibles. Esta historia, al ser de magia, da la sensación de ser infantil pero contiene muchas reacciones sociales que creo que son muy importantes de destacar y que, en algunas historias, se infantilizan un poco.  Por eso he puesto esa explicación a la reacción de la gente a la forma que desaparece Voldemort. En esta vida no todo es de color de rosa y hacer que las opiniones de los protagonistas sí que lo sean me parece absurdo. No digo esto con el animo de ofender a nadie, por favor. Es una opinion mía, que puede ser muy distinta a la de los demás. Las personas que han escrito historias siguiendo esta línea han puesto todo de si para escribirlas. Lo se por que todos amamos estos libros, estas historias que contienen, desde las más cortas a las más largas, y todos intentamos hacerle un gran homenaje. Solo quiero que entendáis por que hago las cosas como las hago.  

Pd3: Que os parece si me invento una historia entre Kingsley y Narcisa. jajjja. Se que dije solo canon pero... No se, a ver que os parece. Lucius no va ha estar en mi historia porque quiero ser coherente con el libro. Para mí Narcisa es una madre desesperada por proteger a su hijo con una gran lealtad a su familia, pero también una mujer astuta que sabe lo que le conviene y como conseguirlo. Si me invento alguna cosa de ella, que es muy posible, será siguiendo esa idea. No voy a hacerla buena, que conste que para mí no es mala persona, de repente porque quiero que sea todo lo máximo coherente con el libro.

Se que parece absurdo, pero añadir intervenciones pequeñas es mucho más difícil que hacer tu propio texto. En tu historia, una frase te da iniciativa para sacar otro tema diferente e ir avanzando. Aquí, tienes que tratar cosas concretas, no puedes dejarte llevar demasiado. Es mucho más difícil y tardas mucho, sobre todo yo que quiero añadir muchos pensamientos en cada intervención y me veo limitada. Me he dado cuenta que a medida que iba escribiendo escribía intervenciones más cortas. Creo que me voy cansando a medida que escribo. No quiero comentarlo todo en los primeros capítulos, al final son 7 libros muy largos que dan para mucho. Quiero relaciones reales, con calma, con pequeños detalles.

De normal hago capítulos cortos: de 3000 o 4000 palabras como mucho. Me gusta dejar pequeñas intrigas de uno a otro. En este caso, como se debe comentar muchas cosas del capítulo, se me ha hecho largo, no solo de numero de palabras (casi 10000) sino por lo mucho que he tardado en escribirlo. De normal escribo dos capítulos de una novela al día y con este he estado 3 días. La verdad, estoy solo un poco agobiada (jajajjaaj). También he estado más distraída, pero aún así me ha sorprendido. Yo pensaba que en este mes de vacaciones (hasta el 29 de febrero no vuelvo a clase) me daría tiempo ha hacer mucho (medio libro quizas) pero me he dado cuenta de que no voy a ir tan rápido como pensaba. Dije que haría un maraton, pero ahora no estoy tan segura. Aun no he acabado este y no he empezado el siguiente. Si el día 12 veis que hay otro capítulo disponible: felicidades, me ha dado tiempo ha adelantarme bastante y he publicado dos hoy; sino veis ningun otro capítulo: lo siento mucho, hago lo que puedo para hacer esta historia lo mejor que puedo y no he podido hacerlo en el tiempo que creía. 

Por cierto, me preocupa que en un principio he hecho esta historia muy des de el punto de vista de Harry y ahora lo estoy haciendo más global. ¿Qué os parece? ¿Creéis que debería cambiarlo?

Bien, hasta aquí el capítulo de hoy. Mucho ánimo y muchas gracias.

LQ

02/02/2024


Comentarios

Entradas populares de este blog

La Llegada

Número 12 de Grimmauld Place